Don Alonso de Ribera nació en Úbeda, su padre era don Jorge de Ribera y Dávalos, descendendiente de los reyes de Aragón y su madre la dama castellana doña Ana Gómez de Montesinos y Gómez de Pareja. Don Alonso era un hombre galano y de prestancia, de estampa viril, de negros y vivaces ojos, de frente alta, manos fuertes y finas, de soldado y galán pero antes que nada era un hombre de armas. Había combatido en el ejército de Flandes, uno de los más famosos de entonces. Por su brillante carrera militar el Rey Felipe III lo nombró Gobernador y Capitán General de Chile en el año 1599. Tenía cerca de 40 años y no cabe duda que Ribera fue uno de los más brillantes gobernadores que envió la corona española.
Se casó con doña Inés de Córdoba, a pesar de que se comentaba que tenía amores con una de las Lisperguer, o con las dos, lo que le trajo no pocos problemas al Gobernador.
Estando en campaña al sur de Concepción en la víspera de Navidad de 1603, sus soldados estaban silenciosos, había nostalgia de la patria y la familia, los llanos de Negrete algún recuerdo traían a Don Alonso, “se parecen a los valles de Logroño en las riberas del Ebro”. Desde la altura, se dominaba el curso del Biobío, lento y solemne, y un ancho valle bordeado de montes y selvas. Erguido frente a sus soldados dijo: -“En el nombre de Dios y del Rey, dejaremos fundado un fuerte, que llamaremos del Nacimiento de Nuestro Señor”. Ribera conocía la importancia estratégica del lugar y durante sus dos periodos como gobernador se preocupó de dotarlo de armas, vituallas y hacerlo cada vez más sólido.
Después de muchas campañas, disturbios, amoríos, problemas con el clero, conspiraciones y acusaciones, su vida se apagó en Concepción a los 60 años el 9 de marzo de 1617. Su cuerpo descansa entre las ruinas de la Iglesia de San Francisco, bajo las aguas de la bahía de Penco.
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